Madrid, 30 de abril de 2024.- El trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) afecta al 5-7% de los niños y adolescentes y persiste en la edad adulta en aproximadamente la mitad de los casos.1 Existe evidencia científica en psiquiatría de que la genética tiene un peso importante en el desarrollo de este trastorno,2 lo que plantea un desafío y, a la vez, una oportunidad a las madres con TDAH que tienen que criar a un hijo con el mismo trastorno. Según explica la Dra. Elena Benítez Cerezo, Psiquiatra experta en TDAH y trastornos del neurodesarrollo a lo largo de la vida en el Centro Creciendo (Elche), “abordar el trastorno de la madre puede mejorar la situación del TDAH en el niño”.
“Las madres con TDAH no diagnosticadas que llegan a consulta lo hacen estresadas, ansiosas y con muy poca autoestima. Esto es porque crecen con una baja percepción de autoeficacia y con la convicción de que son desorganizadas y no saben gestionar sus vidas, por lo que tienen una baja tolerancia a la frustración y menos paciencia”, explica la doctora. Sin embargo, disponer de un diagnóstico para ellas “supone una liberación e influye en cómo se enfrentan a la maternidad”, añade.
Dadas estas circunstancias, la especialista considera que, aunque los clínicos ya lo hacen de manera informal, se debería hacer un cribado sistemático entre los padres y las madres de niños con TDAH. Además, destaca que los padres, pasado el momento inicial de resistencia, reconocen de manera frecuente haber vivido las mismas experiencias que sus hijos e, incluso, verse reflejados en su comportamiento cuando eran niños. En este sentido, la Dra. Benítez Cerezo afirma que “una de las principales fuentes de pacientes son los padres y, sobre todo, las madres autodiagnosticadas o con sospecha de TDAH”.
A menudo, las mujeres con TDAH tienen una carga de trauma complejo muy importante relacionado con sus figuras de apego que son muy complicadas de gestionar. Por esta razón, subraya la doctora, desde su autoconocimiento tienen una gran oportunidad porque entienden cómo funciona el cerebro de sus hijos, pueden empatizar con ellos y conocen por lo que están pasando.
Aunque esto también hay que trabajarlo con la madre —aclara la experta—, “la relación madre-hijo mejora mucho después del diagnóstico de la madre, ya que es capaz de entender las reacciones de su hijo y se enfrenta al cuidado y crianza de forma más relajada”.
Una necesidad pendiente de abordar en este campo sigue siendo el TDAH en la mujer adulta, ya que, tal y como apunta la Dra. Benítez Cerezo, “este trastorno está consistentemente infradiagnosticado e infratratado porque los síntomas pasan mucho más desapercibidos que en los hombres”. En muchos casos, lo que les despierta esa sospecha es saber que a su hijo o hija le pasa lo mismo que a ellas cuando eran pequeñas. “Entonces empiezan a leer y a informarse”, declara la especialista.
“Estas mujeres llegan a la edad adulta diagnosticadas con problemas que no tienen o que son secundarios —continúa—, por lo que resulta necesario que los profesionales sanitarios estén formados en mujer y TDAH para que puedan tratarlo”. Así pues, en palabras de la propia doctora, “el tratamiento farmacológico en la mujer, aunque ya se haya completado el neurodesarrollo, es eficaz, sobre todo a nivel funcional, ya que le va a permitir ejercer de mejor manera todas las labores de su vida”.
Identificar el TDAH en adultos a partir de que sus hijos tengan este trastorno es, precisamente, el objetivo del proyecto ‘A mí también me pasaba’, desarrollado por la Asociación Navarra de apoyo a personas con TDAH de la Ribera y sus familias (ANDAR), que ha sido reconocido en la última edición de las ayudas Shibuya de Takeda.
El propósito de esta asociación es implementar un programa de detección del TDAH en el adulto entre los padres y madres de los niños y adolescentes que pertenecen a esta organización. Con el fin de mejorar su calidad de vida, el programa también contempla el desarrollo de un taller psicoeducativo teórico práctico para el manejo de los síntomas por parte de adultos y niños, ya que esto repercute de manera directa en la mejora de la intervención parental y en el clima y contexto familiar.
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